Luis Manuel Salas Guerra.
Profesor de MatemáticasSecundaria para Trabajadores de la UAG
Es esta una de las preguntas que con frecuencia me hacen mis alumnos. No encuentran una aplicación real a los contenidos que se les imparte en los diferentes niveles de matemáticas en el bachillerato.
Es una constante en los alumnos, no entender para que lo estudian, y por lo mismo no poner interés en aprender los conceptos, procedimientos y, de mayor relevancia, los razonamientos necesarios para facilitarles el logro de sus objetivos.
En realidad es más complejo que simplemente explicarles, “los vas a utilizar para cálculo de estructuras de concreto en ingeniería, para cálculo de población de bacterias en biología, para resolver puntos de equilibrio entre costos e ingresos en la producción de un nuevo producto, etc.”, porque su aplicación va más allá de resolver ecuaciones, aplicar exponentes o logaritmos.
Las matemáticas en su contexto de razonamiento tienen, por sí solas, una aplicación muy amplia en toda la vida de cada uno de nosotros. Ese razonamiento que nos ayuda a discernir entre varias formas de atacar un problema, y no estoy hablando de un problema matemático, en buscar diferentes opciones para llegar a un mismo fin, para alcanzar los objetivos que nos hemos trazado.
Además nos forja como seres humanos, como hombres y mujeres, fortaleciendo nuestras expectativas que tenemos de nosotros mismos, al sabernos capaces de enfrentar retos cada vez más difíciles, lo cual nos ayuda a madurar como personas.
Otra ventaja que nos da el estudiar matemáticas es el aprender a ser parte de una sociedad que cada día está más alejada unos de otros. Al ser parte de un grupo y poner a disposición de los demás las habilidades que haya adquirido para resolver ejercicios matemáticos, implícitamente está aprendiendo a ser parte de la sociedad, a participar activamente en la solución de problemas sociales tan importantes como la contaminación, la salud y en general cualquier asunto de índole público.
El docente de matemáticas tiene una labor bastante difícil ya que la gran mayoría de los alumnos no le hallan ese saborcito de gusto por la materia y si a eso le agregamos que se encuentran con maestros hoscos, mal humorados, cansados de tener que lidiar con esa apatía de los alumnos, nos topamos con un círculo vicioso, en donde, ni los alumnos ni los maestros tienen la voluntad de cambiar.
Y es a los docentes a quienes nos toca hacer ese cambio, recordemos que nosotros somos los maduros en este procese de enseñanza – aprendizaje, ese motivo es más que suficiente para que sea nuestra responsabilidad el empezar un cambio en esta relación de alumno – maestro de matemáticas.
Tal vez no podamos convencerlos de que las matemáticas les van a servir en diferentes aspectos de su vida, pero lo que si podemos es hacerlos interesarse por la clase, hacer una clase, en medida de lo posible, amena tratar de cambiar esa clase monótona por una más activa, buscar nuevas estrategias que los haga interesarse, alentarlos y guiarlos para que mejoren día a día.
Si logramos cambiar nosotros, los docentes de matemáticas, estaremos avanzando en gran medida en lograr el cambio de los alumnos. Logremos comprometerlos con el cambio, seamos eficientes, efectivos y especialmente pacientes en nuestra labor diaria y conseguiremos acercarnos a ellos para motivarlos a lograr sus objetivos.
Todo este cambio no debe ser un motivo para pensar que debemos relajarnos en la exigencia que siempre hemos practicado. Todo es posible, podemos ser más pacientes, podemos buscar nuevas estrategias, podemos hacer que nuestros alumnos sean más participativos en la clase y todo manteniendo nuestra estructura exigente, sabemos que las ciencias exactas son así, exigen de nosotros todo nuestro esfuerzo para lograr los objetivos de aprendizaje.
Así es que para evitar que los alumnos nos pregunten ¿para qué aprendo matemáticas?, hagamos ese cambio y no les demos la oportunidad de sentirse ante esa incertidumbre, logremos inmiscuirlos en este proceso. Si los hacemos sentirse valorados, útiles y capaces de lograr objetivos cada vez más altos, los veremos orgullosos de ellos mismos y nuestro trabajo en el aula se verá reflejado en los logros de nuestros alumnos.
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