miércoles, 25 de marzo de 2009

Invasión extraterrestre

18 de Marzo de 2009
Leí en estos días diarios cuyos titulares en cuerpo catástrofe decían: “Crack”, “El mundo cae con la Bolsa”, “Aprendiendo a ser tercer mundo” (¿Desafíos de los diarios para no morir?) -éste último en un periódico norteamericano con fotos de familias de desocupados en Nueva York, y noticias de suicidios (Factores extrasociales. El suicidio).
Había otros títulos que no enfocaban el mismo tema. Por ejemplo: “Al planeta le quedan 50 años de vida, no más”, “El hombre es el responsable de su extinción como especie” o “El cambio climático y la desaparición de la vida” (Cambio climático: ¿la hora de la verdad?).
Por eso, pensé que un artículo cuyo título fuera de menor impacto que una simple invasión de alienígenas no sería leído por nadie, y elegí “Invasión extraterrestre” para mi nota aunque, ¿cómo justificarlo? (Memoria “Ovnis”).
De cualquier modo existe la invasión: les cuento:
Hay un lugar delicado y pequeño que ha sido tomado por invasores que vociferan y maldicen.
Se escuchan voces alarmadas, agresivas, apocalípticas (El reino milenial).
Golpeteos de pájaro carpintero con mensajes que invitan a escapar.
Ese lugar es parecido a un cuadro de Picasso, es parecido específicamente al Guernica
Ese lugar es mi cerebro.
Antecedentes de la invasión
Mi sistema nervioso había colapsado dentro de mí había voces que parecían venir de otro tiempo, de otro espacio o de otra dimensión -aparte, había estado tratando de entender el espacio-tiempo de Einstein, su maravillosa teoría en la que ambos son la misma cosa y la velocidad anula al tiempo, “en especial al tiempo”, me decía a mí misma, seguro sin entender ni de lejos a mi ídolo científico (La teología de la relatividad).
Mis voces preguntaban: “¿Qué haces para que el mundo sea un lugar mejor”, o, más fuerte aún: “¿Qué haces para que el mundo no termine, como decía Eliot en un poema, ya no con un grito sino con un gemido?” (Es Tarde para el Hombre).
De pronto un terrible dolor de cabeza, mientras la imagen de un gato volador de bigotes como cuchillos que se clavaban en mi nuca me hizo reaccionar al menos lo suficiente como para tomarme la presión en el tensiómetro casero: altísima, tan alta que corrí a verificarlo en la farmacia, en cuyo tensiómetro tenía más fe. Pero era igual de alta, y el farmacéutico me recomendó acudir a una guardia.

Un espacio de calma y poesía
En la guardia, esperando, vi un cuadro de Gauguin, de sus obras la que más transmite paz y alegría, aunque olvidé su nombre, no sus imágenes.
Al salir, medicada ya con un comprimido que me alcanzó el médico, y con receta de antihipertensivos para comprar en la farmacia, caminé por las calles del centro en busca de los mismos.
Caminar por el microcentro de Buenos Aires no es empresa fácil para hipertensos, o sensibles, o agonizantes locos con delirio, como yo.
El tango de Piazzola que tanto les agrada a todos -cuya letra, del uruguayo Horacio Ferrer, enloquece de gusto- y he escuchado cantar a venezolanos, mexicanos y peruanos, “Balada para un loco”, transcurre en el centro, no en el microcentro de esta ciudad. “La luna rodando por Callao” rueda por un lugar muy apacible, no por la calle Florida ni los lugares cercanos a la Bolsa de Comercio, donde preocupados agentes, señoritas y caballeros de urgencia crónica, son vomitados por las puertas y corren a las casas de cambio o vienen de ellas o de los bancos y van y vienen como hormigas gigantes y dejan huellas en las veredas, huellas a veces de dolor.
Pensé, de pronto otra vez, en un poeta que “conversaba con los ángeles en las calles de Londres”, Sweedemborg. Alcancé a imaginármelo con su maestría y genialidad dándoles indicaciones a esos seres alados, pero el sonar de las sirenas de las ambulancias, el ruido de los celulares que convocaban a conversaciones sobre la baja o la suba del dólar, los bocinazos de los autos, los insultos de los conductores de ómnibus, taxis y motocicletas me impidió llegar a pensamientos más profundos, aunque mi memoria repetía un fragmento de Olga Orozco: “Cada ojo en el fondo es una cripta donde se exhuma el sol,/ donde brilla la luna sobre la piedra roja del altar/erigida entre espejos y alucinaciones…”
Sólo recuerdo que tenía la urgencia absoluta de un lugar donde hubiera hermosura y paz, donde la gente hablara con verdad y con belleza, conversara quedamente sobre cualquier cuestión que se le ocurriera, apelara a la poesía.
Pero -me dije- esos lugares ya no existen.
¡Eureka!
Mientras más apenada estaba yo por lo que me había deparado mi época, convertida de golpe en frenética detractora de toda tecnología, desde la invención del teléfono hasta la de la computadora, más trataba de imaginar dónde podría estar ese lugar que mencioné.
Pero sucedió de pronto una tormenta, un rayo me alcanzó, comprendí donde estaba ese lugar: es el que hacen ustedes, mis amigas y amigos, en el blog. Hablan de poesía, de la “vida”, filosofan, discuten mansamente, y todo gracias a… internet, a la computadora…
¿Qué decirme a mí misma?
Ustedes lo dirán, con su sabiduría.
Envío
En especial quisiera que me revelaran algo a través de la discusión de unos aforismos de Einstein, que a falta de comprensión de sus teoría físicas busqué y encontré estimulantes:
El esfuerzo por unir sabiduría y acción se logra pocas veces, y dura poco.
Pocos son capaces de formarse una opinión independiente de los prejuicios del ambiente y de expresarla con serenidad. La mayoría suele ser incapaz de llegar hasta los prejuicios.
La primacía de los tontos es insuperable y está garantizada para todas las épocas. El terror de esa tiranía se mitiga por su ineficacia y sus consecuencias.
Para ser miembro irreprochable de un rebaño de ovejas, hace falta primero ser oveja.
Los contrastes y contradicciones que pueden alojarse simultáneamente en una corteza cerebral echan por tierra cualquier sistema político optimista o pesimista -este aforismo en especial me sirvió mucho para entenderme un poquito a mí misma y a mi entorno.
Quien intenta aparecer como una autoridad en el terreno de la verdad y del conocimiento se pone en ridículo ante los dioses -¡y lo dice él, que es otro dios!
La alegría de contemplar y conocer es el regalo más hermoso de la naturaleza.
¿Cómo darles las gracias, mis queridos/as? Supongo que tal vez copiar estos fragmentos de Einstein sea uno de los modos, ya vendrán algunos otros…

Mora Torres

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