lunes, 23 de noviembre de 2009

Vivir con el terror en el alma

Los ataques de pánico afectan a uno de cada cinco mexicanos; sólo 1 por ciento recibe tratamiento
El caso de Toya Gerbolini es ejemplo de lo que sufren millones de personas en el país. Estudios recientes establecen que la violencia, el estrés y los delitos, entre otros factores, propician este problema.


2009-11-23•Tendencias

Las crisis de miedo tienen como disparador un evento traumático, Después del primer episodio, los consecuentes suceden en cualquier momento y resulta difícil volver a una vida normal sin ayuda profesional. Foto: Arturo Bermudez
Su hija asumió, a la corta de edad de tres años, la responsabilidad de proteger a su madre cuando ésta enfrentaba alguna crisis de pánico: bajaba del automóvil o del lugar donde se encontraba en busca de patrulleros, ambulancias y de cualquier desconocido en la calle. “Mi madre se está muriendo, por favor ayúdenla”.
Toya Gerbolini tiene grabada en la mente y en el alma aquellas frases pronunciadas por su hija, hace más de 20 años, cuando el pánico la atrapaba mientras manejaba, iba a la tienda o se encontraba en la pasividad de su hogar.
Por años su familia, conformada por sus cuatro hijos (Ennio, Gabriela, Sabrina y Claudia), no alcanzaba a descifrar los repentinos ataques de llanto y de ansiedad, la angustia y sofocaciones, los prolongados encierros de su madre. Ennio, el menor de la familia, recuerda que las crisis de su madre lo dejaban enmudecido, “no entendía por qué de repente pasa aquello; me preocupaba y me ponía triste”.
Hasta ahora Ennio se atreve a esbozar algunas palabras sobre la enfermedad de su madre, sin embargo, el tema fue evadido por toda la familia por más de dos décadas. Todos, sin excepción, optaron por guardar silencio y, hasta la fecha, han optado por no mirar el pasado al tener miedo de abrir viejas heridas.
“Antes de la primera crisis tuve una vida normal, viajaba mucho, andaba de un lado para otro, socializaba, era una mujer muy feliz; pero a partir de que perdí a uno de mis bebés, a los 4 meses de embarazo, es que empecé a sentir gran tristeza y depresión”.
Toya descubrió que algo andaba mal en su vida cuando la primera crisis de pánico se manifestó a las afueras de un cine. “Llegamos a la sala y sencillamente ya no pude entrar; el ruido era ensordecedor y la gente me asfixiaba, iba y venía dentro de mi visión”.
Aquella dramática experiencia marcaría el inicio de una vida invadida por el sobresalto y el terror. Las crisis de pánico secuestraron prácticamente su vida, tanto social como familiar.
“El pánico me agarraba durante los viajes, en el supermercado, al subirme a cualquier elevador, incluso cuando el semáforo se ponía en rojo o estaba frente a una glorieta. Empecé a esconderme y a evadir las multitudes porque me aterrorizaban. No podía estar en lugares cerrados, además, constantemente cambiaba de casa, o hasta de lugar de residencia”.
Su cuarto se convirtió en refugio, pero no siempre conseguía mantenerse “a salvo” debido a que tenía que mantener la casa y a los hijos. “Estaba todo el día ansiosa e intranquila, con nauseas, dolor en el pecho y con taquicardia, sentía que me estaba muriendo. Dejé de hacer muchas cosas, entre estas, no salir a la calle después de las cuatro de la tarde”.
Por cinco largos lustros ningún médico logró revertir el “infierno” en el que se encontraba Toya, “salté de especialista en especialista que me decía, una y otra vez, que no tenía nada físico, que no requería de nada, a mí, sin embargo, se me desprendía el alma. ¿Qué perdí en todo ese tiempo? Perdí muchas cosas, la capacidad de salir adelante y de criar hijos, me perdí a mí misma”.
Hace 18 años Toya comenzó psicoterapia y hace poco de un año comenzó a ingerir fármacos que, entre otras cosas, le han permitido recuperar algo de su vida pasada como salir y caminar por la calle, o estar en lugares cerrados. “Hace casi un año que no vivo ataques de pánico, que pude recordar cómo había sido mi vida antes de la primera crisis. El sufrimiento de mis hijos se hubiera evitado o canalizado si hubiera habido el apoyo que ahora ofrece salud mental”.
Enfermedad de la era modernaEn México, los ataques de pánico se inscriben dentro de los padecimientos mentales que afectan al 20 por ciento de la población. Sin embargo, los estudios efectuados por Ángel Soriano, psiquiatra del Centro Médico Nacional 20 de Noviembre, establecen que la violencia, el estrés, los secuestros y violaciones, el uso de drogas o la susceptibilidad al bombardeo de información negativa por parte de los medios de comunicación, también contribuyen a desarrollar trastornos de pánico. “Hay gente que sale con la idea de que va a ser asaltada, agredida o que va a sufrir algún accidente, todo esto ocasiona desequilibrios químicos cerebrales” explica el especialista.
Si lo desarrollan, sufren las consecuencias de los ataques de pánico por años, pero cuando hay tratamiento psicoterapéutico, donde se enseña a la persona a retomar su vida, los síntomas disminuyen.
“En el hospital tenemos una incidencia de 1 por ciento con este trastorno. Llevan entre tres y diez años padeciendo los síntomas sin recibir atención médica, porque en nuestro país hay una gran estigmatización sobre el tratamiento psiquiátrico; quienes van están locos”, añade el doctor Soriano.
Además, los médicos generales y de urgencia carecen de la capacitación adecuada para canalizar a los pacientes a las instancias adecuadas, es decir, con los psiquiatras. “Se limitan a hacer diagnósticos con base a la evidencia física y, como los análisis no reportan anormalidad alguna, entonces se les hace fácil atribuir los síntomas a los nervios del paciente. Así, las personas principian su peregrinar por hospitales y clínicas, común es que lleguen a cardiología porque las sofocaciones son constantes. Hasta al final los envían con los psiquiatras”. En nuestro país, los ataques de pánico afectan más a las mujeres que a los hombres.
Hasta el momento, este tipo de crisis nerviosa es controlada con psicoterapia y medicamentos, que dan un buen resultado en corto tiempo. Se le trata con sertralina, paroxetina, imipramina, desipramina, lorazepam, alpralozolam que, en menor o mayor medida, han demostrado controlar los síntomas del ataque de pánico.

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