lunes, 25 de enero de 2010

Los libros se erigen en estandartes de paz

En todo el país nacen agrupaciones que persiguen exorcisar la violencia y el dolor a partir del fomento de la lectura




Por:
Yanet Aguilar Sosa
El Universal
Sábado 23 de enero de 2010


En tiempos de guerra los libros se han convertido en estandartes de paz. En épocas de violencia, narcotráfico y discriminación, la lectura se levanta como emblema de alegría, confianza en la humanidad y esperanza. Mientras unos levantan trincheras en el desierto, otros apelan a tomar los libros y no armas; son colectivos de jóvenes que desde la gestión civil emprenden tareas para fomentar la lectura.

La lectura es muchas cosas a la vez: genera viajes imaginarios a los confines de la tierra, pero también puede alejar de la violencia a los lectores que ávidos se adentran en mundos menos duros que los reales. Entre estallidos, narcotráfico, violencia, maquiladoras y narcofosas; en carretillas o dirigidas a personas sordas o con debilidad auditiva, los espacios para el libro y la lectura, son oasis en medio de la desértica realidad mexicana.

Promotores jóvenes, egresados de universidades, profesores de comunidades rurales o especialistas en trabajo de intervención educativa, protagonizan historias a favor de exorcizar la violencia y la muerte a través de los libros. Son espacios creados por profesionistas del país, que armados sólo con libros y el mejor de los ánimos, han asumido el fomento del hábito de la lectura como una responsabilidad propia.

Sin esperar nada a cambio, mucho menos presupuestos oficiales, varios colectivos alrededor del país han creado festivales, ofrecen talleres, encabezan clubes de lectura, mediante programas que llegan hasta colonias marginadas de Ciudad Juárez, donde horas antes ha aparecido un ejecutado o trabajan con niños que viven en pueblos habitados en su mayoría por mujeres, pues lo hombres han emigrado a Estados Unidos o se han enrolado en el narcotráfico.


Trabaja con los internos

Ivonne Ramírez, integrante del colectivo Palabras de Arena, que trabaja desde hace seis años con niños y jóvenes en Ciudad Juárez asegura que el objetivo inicial era fomentar la lectura en zonas marginadas donde no los infantes y adolescentes no tienen acceso a los libros, pero pasado el tiempo lo extendieron a diferentes espacios urbanos.

“Trabajamos en las calles, en centros comunitarios, en el transporte público, en las colonias periféricas, a veces, en la promoción, trabajamos varios colectivos”, señala Ivonne Ramírez, quien recuerda que en un inicio eran tres egresadas de la Universidad, de literatura.

Entre su primer público impactado fueron las mujeres reclusas, pero las guerras de pandillas entre los Aztecas y los Mexicas, en el área varonil, les impidió seguir, pero no descartan regresar, con más experiencia, a trabajar con los niños y las niñas de las internas, como los han hecho con hijos e hijas de las víctimas de los feminicidios en Chihuahua.

“Posteriormente hicimos nuestro proyecto de cuentacuentos urbanos que mantenemos hasta ahora; en la actualidad, la militarización y las ejecuciones del narcotráfico extendieron tanto la violencia que ya todos la hemos presenciado. Un día, cerca de mi casa hubo un colgado, ese día nos dimos a la tarea de levantarnos tempranito e ir a leer a dónde pasó esto para que la gente se olvidara de estas cosas”.

Pero no todo se olvida tan fácil, la violencia de un estado permea en toda la sociedad. Martha Luna, profesora y promotora de la lectura en Morelia, asegura que el Festival de Lectura por la Paz “Tomemos los libros, no las armas”, que ya realizaron en dos ocasiones nació “como una necesidad de accionar a los que estábamos como mediadores de lectura, sobre todo pensando en la información que estaban recibiendo los niños”.

La profesora, recuerda que lo que detonó la idea fue que una compañera de una primaria de Cuitzian Grande le contó que estaba muy preocupada porque sus alumnos ya jugaban a matar. “Se me ocurrió algo para enfrentar esa amenaza y nació la idea del Festival de lectura ‘Tomemos los libros, no las armas’, los trabajos han sido continuos; deseamos sumar a más regiones como una especie de cruzada, un movimiento para levantar la voz y levantar los libros”.

A raíz de los atentados que sufrió Morelia, Michoacán, el 15 de septiembre de 2008 y la ola de violencia que se ha acrecentado en el estado, desde noviembre de 2008 a comienzos de 2009, el festival reunió a la sociedad y a los músicos locales, bailadores de tabla de la región, narradores orales y artistas de los Cuitzian Grande, para enfrentar la violencia; comenzaron en esa comunidad de Turicato que se ubica a ocho horas de la ciudad de Morelia.

También en una comunidad del estado de Oaxaca, un profesor de primaria preocupado por el desarrollo de los niños de la comunidad emprendió el Club del Ajito y sus amigos, de la escuela primaria Gabino Barreda, en San Sebastián Abasolo. El profesor Ignacio Morales Sánchez, coincidió con algunos compañeros que la lectura debía ser vista como un acto social, por placer y recreativa.


Para públicos con discapacidad

Con esa conciencia, en el ciclo escolar 2006-2007 con su grupo de sexto grado, les propuso a los alumnos crear el club de lectura para convertirse en lectores y que a partir de allí ellos replicaran el placer de la lectura entre sus compañeros de los otros grados.

“Cuando vimos como avanzábamos y se empezaban a incluir otros maestros y hasta el director de la escuela, entonces pensamos en una dinámica que incorporara a todos los estudiantes y a la comunidad de San Sebastián, entonces creamos lo que llamamos Foro Taller de Lectura, Feria del libro que hacemos en los meses de junio. Ya llevamos tres y lo hacemos abierto al público”, señala el maestro Morales Sánchez.

Pero no se quedó allí el proyecto, los niños promotores de la lectura tienen su credencial y han convocado a cuentacuentos que han contagiado a todos los pobladores de la comunidad el gusto por los cuentos, tanto que a últimas fechas han emprendido una nueva estrategia de promoción. Así es como cada semana se les ve recorrer el pueblo con una carretilla llena de libros.

En el país, hay también acciones para públicos con discapacidad. En el estado de Hidalgo, específicamente en la ciudad de Pachuca, Eduardo Ramos Hernández, dirige la Sala de Silentes, que fue creada a iniciativa del gobierno de la entidad y del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes.

“Es un espacio permanente dentro de los nuevos servicios que ofrece la biblioteca central del Estado de Hidalgo “Ricardo Garibay”. A partir de mayo de 2007 tenemos el Programa Integral ‘Las personas sordas y el acceso a la lectura y escritura’, en el que participan niños sordos, de entre cinco y 17 años, que vienen de Actopan, Acayucán, Ciudad Sahagún, Mineral de la Reforma, Real de Montes y Zapotlán de Juárez”, asegura Ramos Hernández.

Todos estos proyectos, en su mayoría de iniciativa civil, fueron reconocidos el año pasado con el Premio al Fomento de la Lectura México Lee 2009, donde compitieron con 210 trabajos de 29 entidades y recibieron un apoyo de 30 mil pesos en efectivo, una colección de libros y becas de estudio.








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